Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1889-1890 (Cortes de 1886 a 1890)
Sesión: 5 de julio de 1889
Cámara: Congreso de los diputados
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Cánovas del Castillo
Número y páginas del Diario de Sesiones: 17, 471-472
Tema: Conducta del Gobierno ante las apreciaciones de la prensa, y noticias de la misma relativas a palabras que se suponen pronunciadas por el Sr. Presidente del Consejo de Ministros en los pasillos del Congreso

Como el Sr. Cánovas del Castillo no estaba aquí cuando yo tuve el gusto de contestar por primera vez al Sr. Romero Robledo, no ha oído las pocas palabras que pronuncié contestando al Sr. Romero Robledo; porque si las hubiera oído, se hubiera excusado las que acaba de pronunciar ante la Cámara, que las ha oído con gusto, porque siempre se oye a S.S. con gusto, pero que eran de todo punto innecesarias, porque lo primero que empecé yo por declarar fue, que en las conversaciones que yo había tenido en todas partes, ante todos los que me habían querido oír, no había citado nombres propios, y que mal podía citar el nombre de la persona a que el periódico aludía y con el sentido a que ese periódico aludía, cuando yo entendía que los peligros que sus señorías podían anunciar en ésta o en la otra forma, no se anunciaban porque fuesen a ser promovidos por SS. SS. Yo no podía, por tanto, atribuir a SS. SS. peligros que no dependían de SS. SS., sino que a pesar de su voluntad y contra su voluntad, SS. SS. presentían. ¿Qué motivos, pues, tenía S.S. para pronunciar las palabras que ha pronunciado, en el tono acre que lo ha hecho? Lo afirmó de una manera terminante, y hubiera sido de mi parte una grandísima injusticia no reconocerlo así.

Ahora, en los demás ataques, el Sr. Ministro de Fomento lo que ha hecho ha sido separar los dos contenidos del artículo: uno que se refiere a hombres políticos (El Sr. Cánovas del Castillo: Pido la palabra); otro que puede referirse al Poder Real.

Por lo demás, no vengamos aquí a hablar de peligros y de amenazas, porque en último resultado, eso de que hay peligros para todos, o no dice nada, o dice mucho.

Yo no he dicho nada en este sentido que pueda ser desagradable para S.S. Me chocó que S.S. siguiera la pauta que al parecer venía determinada aquí por otros oradores que le habían precedido en el uso de la palabra, y me extrañó en S.S., porque S.S. está llamado a mayores empresas que a seguir lo que otros hayan acordado. Después de todo, Sres. Diputados, no ha dicho nada, a pesar de la influencia que significa y del valor que manifiesta aquello de decir: yo aconsejé que viniera el partido liberal en aquellos momentos, y mientras han existido dificultades, aquí ha tenido mi benevolencia, gracias a la cual el partido liberal ha podido vivir desahogadamente. (El Sr. Cánovas del Castillo: No he dicho nada de eso).

Pues lo parece, y bien lo ha dado a entender S.S. (El Sr. Cánovas del Castillo: No lo doy a entender. Si acaso, serán malas entendederas). Pero llega el momento en que ya no cree necesaria o justa su benevolencia, y dice: que desaparezca ese Gobierno, porque es un peligro para todos. Es decir, que o S.S. protege con su benevolencia al Gobierno, o desde el momento que su benevolencia desaparece, ha de desaparecer el Gobierno. Es demasiado.

Yo le concedo a S.S. mucha importancia; pero, francamente, no le concedo tanta como ésa, porque entonces parecería que S.S. era aquí el Júpiter Olímpico del cual dependen los destinos de este país y la marcha de los partidos. No tanto, no tanto, Sr. Cánovas. Vaya S.S. despacio. ¿Nos niega hoy su benevolencia? Pues empiece a hacer poco a poco la oposición, y andando el tiempo quizá S.S. consiga el Poder.

Pero en esto que he podido decir de S.S., pero que no he dicho, después de todo no hay ofensa alguna para S.S. No ha tenido, pues, razón el Sr. Cánovas del Castillo para levantarse contra mí con ese aire de saña, por palabras que un periódico me ha atribuido; porque si fuera yo a hacerme cargo de las palabras y de las cosas que han atribuido los periódicos a su [471] señoría, ¡vive Dios! que no quedaría S.S. muy bien parado. (El Sr. Cánovas del Castillo: Hágase cargo. Yo las desmentiré). Pues eso es lo que he hecho yo.

Por consiguiente, no es este motivo para que sostengamos aquí un debate agrio, un debate en los términos en que S.S. lo ha iniciado; ni eso conviene. Vamos a dejar nuestras energías y aptitudes para cosas de mayor importancia. Cuando sea necesario, ya las emplearemos; pero entretanto, tratemos las cuestiones más suavemente, como corresponde, si no a la amistad política, por lo menos a la estimación particular que yo profeso a S.S.

No tengo más que decir. [472]



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